La fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica son, habitualmente, confundidos: sin embargo, son diferentes.
En ambos hay un dolor generalizado e intenso, además de una sensación de fatiga importante: quizás, de ahí venga la confusión.
Sin embargo, en el síndrome de fatiga crónica confluyen otros síntomas: fiebre leve ante esfuerzos, dificultad para respirar, alteración del sueño, ansiedad y/o depresión, pérdida de memoria, dificultad para concentrarse, estreñimiento, dolor de garganta o faringitis y cefaleas.
El síndrome de fatiga crónica se diagnosticaría si ese cansancio persistiera durante 6 meses o más sin un motivo externo obvio (ejercicio físico, trabajo extenuante…), y el malestar, tras ejercicio o deporte, durase más de 24 horas. Además, hay que descartar otras enfermedades preexistentes que fueran la causa de unos síntomas similares, y revisar la historia clínica.
En el caso de la fibromialgia hablamos, también, de fatiga y dolor generalizado con una evolución mayor a tres meses y cuya focalización es, principalmente, musculo-esquelética, y afecta especialmente a las articulaciones. La rigidez corporal a primera hora del día es una característica bastante frecuente. También puede cursar con cefaleas, y problemas de concentración, pero no implica episodios de fiebre ni dolor de garganta persistente, como sí lo hace el síndrome de fatiga crónica.
La fibromialgia es más frecuente, y afecta al 2-5% de la población: alrededor del 70% de las personas afectadas son mujeres a partir de 50 años de edad. Esto supone otra diferencia con el síndrome de fatiga crónica, que se concentra en una franja de edad más baja, normalmente: entre 30 y 60 años de edad, en edad laboral. También afecta, en su mayoría, al sexo femenino.